¡Por Morrigan, que buenas están estas algas!
Quizás ésta fuese una frase más común de lo que nos pensábamos los gallegos; y es que, los pueblos protoceltas Oestriminios y los Celtas posteriores que poblaron Galicia, se especializaron ya en la recolección de los abundantes recursos naturales que esta tierra tan rica les brindaban.
No es casualidad que en Galicia tengamos una larga tradición recolectora marisquera, y es uno de los motivos por el cual muchos de los asentamientos de estos poblados o “castros”, se ubicaban cerca del litoral: entre otros beneficios, el mar les ofrecía una fuente de alimento altamente nutritivo, variado, en grandes cantidades, y muy sabroso… y esta descripción, por supuesto incluye a las algas que crecen formando auténticos bosques y prados submarinos en nuestros mares.
Se sabe con certeza, no solamente en Galicia, sino los pueblos pertenecientes a la cultura castreña en general, que recolectaban algas, y que las incluían en su dieta, debido a su alto aporte nutricional (especialmente sales minerales y vitaminas). De hecho, uno de los espesantes más utilizados a nivel mundial en la industria, el carragén o carragenano, proviene del nobre en gaélico del alga que se extrae “cosáinín carraige“, utilizado de forma tradicional para elaborar postres lácteos, infusiones para sanar a enfermos (debido a sus propiedades) o en diversos platos y recetas.
Algas silvestres intermareales como la lechuga de mar, espagueti de mar o laminarias (kombu) entre otras, y junto a almejas, mejillones, crustáceos, y otros mariscos, formaban parte ya de la dieta habitual de los primeros pobladores en Galicia, desde algún periodo indefinido del paleolítico superior (30.000 al 8.000 a.C); es por ello que a día de hoy, estos recursos marinos formen parte indispensable de la dieta atlántica gallega, tan apreciada tanto por los profesionales del sector, como por los comensales más exigentes, reinvindicando nuestra vinculación al mar desde los orígenes de nuestra cultura.
Texto de nuestro biólogo, Sergio Baamonde.